RR: Esta historia es pura ficción. Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, con quien no tengo ninguna conexión, y las marcas registradas son propiedad de sus respectivos dueños. Ninguna parte de esta historia puede ser reproducida o reutilizada sin autorizaciónPor ahi lo conocen de algún lado... espero que les guste A mi siempre me encantó
Dulce obsesión
-Ten cuidado. Nada más te pido—me dijo Carlisle con su tipico papel de padre protector. Hice una mueca de indiferencia mientras veía la preocupación en su rostro. Giré en redondo y miré a Esme. Ella me miró más que nerviosa.
Era la primera vez que salía sola después de mi conversión. Le sonreí a Esme, o eso supuse que habia hecho ya que ella no cambió.
Finalmente salí de la casa y bajé las escaleras con rapidez. Edward estaba ahí esperandome. Lo miré ceñuda. No podía evitarlo. Al ver a ese hombre hermoso y perfecto, recordaba que no era mío y el odio crecía en mí.
-¿Por qué marchas?
-No me marcho. Voy a cazar sola a las montañas de Tennesse. Necesito… estar sola.
-¿Es por mi?—preguntó bajandome las defensas. Me puse mas firme y lo miré con seriedad—. Para mi eres familia, Rose.
-Lo sé. Lo entiendo.
No lo entendía. En absoluto. Mientras corría con velocidad anormal hacia mi destino. Maldito vampiro perfecto para mis ojos. Era demasiado. Yo era demasiado. ¿Por qué de ninguna manera no me veía? Me había vestido de todas las maneras posibles. Sabía que lo habia deslumbrado muchísimas veces, pero jamás demostró nada. Recordé su rostro lleno de indiferencia. Su mirada perdida. Era una sombra. Y yo, para él también lo era.
-¡Maldito seas, Edward Cullen!—grité enojada recordandolo. Me detuve en seco.
Alguien gritaba desde lejos. El ruido de un oso hambriento reinó en la oscuridad. Sentí el olor que tanto lastimaba mis fosas nasales. Lo seguí. Por primera vez en mi vida. Lo seguí.
Un joven estaba en el suelo completamente lleno de sangre. Un oso se encontraba a su lado intentando volver a atacarlo. Me puse delante de él casi por instinto. El oso me miró y salté sobre él. Lo ataqué con todo mi odio y furia. Cuando quedó en el suelo herido lo suficiente como para tranquilizarme, corri hacia el chico.
-¿Quién eres?—me preguntó dirigiendo sus perfectos ojos a mí.
-Tranquilo… yo… yo te salvaré—susurré insegura de mis propias palabras.
Le saqué los cabellos de la cara y un fuerte nudo se produjo en mi estómago. Al principio pensé que era él. Pensé que era Henry. Pensé que era el pequeño de Vera. Sus mismos rizos negros y sus hoyuelos. Me sentí desbordada, por primera vez, de amor y cariño. Él me miró esperanzado.
-¿Eres… eres un ángel?
No supe que hacer. Él pensaba que era un ángel. Que era una persona llena de amor, bondad y, sobre todo, sentimientos. Pero no era eso. Era una persona vanidosa. Sin sentimientos. Egoísta. Pero en esos momentos. Pensaba en él. Sólo en él.
Lo subí a mi espalda y empecé a correr. Sabía que faltaba muchísimo para llegar hacia mi destino. Escuchaba la respiración jadeante del chico. No podía lograrlo por mi misma. Tenía miedo. Estaba temblando. El pobre joven no podía morir. Lo quería para mí.
Edward salió primero por la puerta. Me miró con los ojos muy abiertos y sin poder creer la locura que cometía. Levanté el rostro desafiante. Lo miraba llena de odio y rencor contenido.
-Rosalie…
-Estaba muriendo. Al menos ayúdame—le rogué y él se afligió. Su mirada mostraba sorpresa excesiva. ¿Cómo luciría mi rostro? ¿Lleno de preocupación? ¿Lleno de tristeza? ¿O desalineado?
Cuando dejamos caer al jovencito en mi cama, Carlisle apareció al instante sin dudar en su mirar. Levanté la mirada y lo enfrenté. Por primera vez desde que empecé a llamarlo padre.
-Está muriendo. No puedo salvarlo.
-¡Si puedes!
-Sabes que no, Rose.
-¡No de la manera habitual! ¡Conviértelo!—le grité horrorizada. No podía permitirme verlo morir. Era idéntico a él. No podía dejarlo morir. Iba a ser mi completa agonía—. Si no lo salvas… ¡Huiré y no volverás a verme! ¡Lo quiero! ¡Lo quiero para mí! ¡Conviértelo para mí, Carlisle!
-Rose…—susurró Esme sorprendida. Empecé a gritar histérica. Edward hizo un ademán de acercarse a mí pero afligida, me fui hacia atrás. Cerca del cuerpo del joven moribundo.
-Rosalie… es un sentimiento de…
-¡Sí! ¡Soy una egoísta! ¡Pero está por morir!—grité intentando yo misma aferrarme a esa excusa. No era por eso. No me importaba si él moría o no. Sino… me importaba el daño que podía causar en mi eso.
-¿Lo quieres como pareja?—preguntó Carlisle ignorando a Esme y a Edward. Como si sólo existiéramos nosotros dos. Tomé la mano del chico y me senté en la cama. Acaricié su mejilla con dolor contenido. Pensando en la vida que estaba arruinando por egoísta.
-Sí.
Durante toda la transformación, mi cuerpo vibraba con cada alarido del joven. Carlisle intentó no hacernos sufrir. A él, a pesar de ser inevitable, y a mi. Estaba atada a él a pesar de apenas conocerlo. Esme me abrazó con fuerza y yo también lo hice. No podía ver eso… pero no me podía alejar de él.
Cuando Carlisle se alejó, algo mareado, cohibido y apenado, se abalancé sobre el joven pero sólo me senté en la cama y tomé su mano. Me dejaron sola mientras acariciaba inconscientemente el rostro del chico. Eran hermoso, no lo podía negar.
-Conseguiste lo que querías. Un juguete para tu colección—susurró Edward a mis espaldas.
-Tú no lo entiendes.
-¿Por qué tú si? ¿Vas a decirme que amas a ese desconocido?—me preguntó sabiendo que carecía de sentimientos. Acaricié de nuevo el rostro del chico mientras notaba su dolor. Lo abracé, pero sin lastimarlo. Mi cabello cayó alrededor de su cara. Apoyé el mentón en su hombro, y él me abrazó débilmente.
-Lo vi, Edward. Pensé que iba a morir. Pensé que todo se acabaría para él.
-¡No mientras, Rosalie! ¡Lo quisiste contigo por que no me tuviste a mí! ¡Por eso! ¡Siempre has dicho que quisieras tener una vida humana! ¡Durante 2 años he escuchado tus llantos y lamentos! ¿Y ahora destruyes una vida humana por simple egoísmo?
-¡Estaba muriendo!—grité llena de verdad. Levanté mi cuerpo y miré a Edward llena de furia. Era verdad, lo sabía—. ¡Quise que viva! ¡Como Carlisle lo quiso contigo! ¡Como lo quiso conmigo! Era demasiado… demasiado hermoso para dejarlo ir.
-¿Y ahora que harás? ¿Y si se pierde? ¿Y si no consigue ser como nosotros?
-Yo… yo lo cuidaré… no importa como. Yo lo guiaré—le dije a Edward, pero también me lo dije a mi misma. Mi hermano me miró lleno de odio y se marchó. La sombra se marchó.